Han llegado a Valladolid muy temprano, ahora hay que esperar hasta la salida del tren que las lleva hacia casa, el llamado gallego o shangay. Le podrían haber llamado la tortuga coja porque tardaba lo que no está escrito.
Entre un –me aburro- y un -¿cuánto falta?- fueron pasando las horas. La madre de la criatura, con el hermano pequeño sentado en su regazo, vigilaba la maleta , la paquetería y de vez en cuando le echaba una mirada reprobadora por mirar fijamente a la señora que tenía delante.
Deja de balancear los pies que le vas a dar a la señora. -¡¡Jesús hija!! parece que tienes el baile de San Vito- . Ella no tenía ni idea de quién era ese
señor y seguía con el vaivén de los pies. Mientras el menor de sus hermanos
duerme plácidamente. No da un ruido
La mujer, que además de fea, debía de ser solterona y sin hijos, miraba por
encima de unas gafas de pasta –horribles- al pequeño diablo con coletas.
Pregunta la mujer con sarcasmo -¿es la primera vez que se sube a un tren?-
Antes de que su madre conteste, ella salta como una exhalación. No señora.
He visto montones de trenes. Mis abuelos tienen un ferrocarril y yo he viajado en la máquina. Todo esto dicho con un soniquete que la madre reprende.
Ella le dice – no te amuela- – que si no me he subido a un tren nunca- la madre zanja la discusión con una mirada.
Su hermano se ha despertado y quiere comer pan con chorizo. Ella para variar, aunque sea por llevar la contraria, quiere pan con chocolate. Otra discusión.
Hace caso a su madre y se come el pan con chorizo. Luego se obra el milagro, se queda dormida un buen rato. Todos respiran aliviados por el silencio que reina en el compartimento.
Su madre la despierta. Están llegando a Barcelona y al abrir los ojos ve algo que la deja asombrada, el mar. ¡¡Oh!! qué maravilla. Cuánta agua. Qué bonito el reflejo del sol sobre las aguas calmadas. Parece un espejo. Es algo infinito.
Desde ese momento supo que estaba enamorada. Fue amor a primera vista.
El mar, Barcelona, su nuevo hogar.
Atrás ha dejado su pueblo, sus amigos y sus raíces, pero siempre estarán ahí. Ahora comienza una nueva aventura. Ha llegado a una gran ciudad con nuevas caras y una nueva vida. Una vida que aunque todavía no lo sabe, la hará inmensamente feliz.
Estos relatos, en parte, están en el recuerdo de la niña que todavía revolotea en mi interior y los momentos maravillosos vividos junto a mis padres, hermanos, abuelos, tíos y primos, en un pequeño pueblo de la provincia de Zamora, con las licencias propias de un narrador.
María Blanco Escudero