Rita

Aún resonaban en su cabeza las palabras de Helena, en relación al amor, a las relaciones de pareja.
– Cuando uno decide que ama a otro tanto que renuncia a todos los demás – había dicho, con su voz dulce y calmada – no se queda ciego, ni se vuelve invisible, sigue viendo y le siguen viendo. No tiene ningún mérito ser fiel cuando lo que vemos no nos tienta o cuando nadie nos mira.La verdadera prueba viene cuando aparece alguien de quien nos enamoraríamos de no tener pareja, alguien que sí da la talla, que nos gusta y nos atrae. Alguien que sería la persona perfecta de no ser porque ya hemos elegido a otra persona perfecta. En cambio, si la tentación es mayor que la perfección de la persona elegida, lo más seguro es que no sea tal perfección.
Tenía razón. Cuando conoció a Sirah supo que aquella mujer le cautivaría, se metería dentro de su cabeza y de su corazón, llenando hasta el más recóndito de los rincones de su alma y de su ser. Y así fue. Cinco años después y muchos envites de la vida pasados, se daba cuenta de que la entrada en su vida de Rita traería consecuencias. Amaba a Sirah, ¿la amaba? Entonces, ¿por qué Rita le robaba el pensamiento? Imaginaba sus labios, siempre pintados de aquel bermellón intenso, su pelo negro azabache, sus manos de largos dedos, decorados con anillos de mil colores.
Cómo si le hubiera estado leyendo el pensamiento, Helena le dijo:
– Piensa si sucumbirías a la tentación. Si la respuesta es sí, has de comprender que no estás con la persona definitiva. En cambio, si es no, puedes pensar que es una fiebre pasajera, pero que no acabará por enfermarte.
A veces, mi querido amigo, corazón y cerebro no van a la par.
Llegó a casa con el murmullo de su conversación con Helena aún rodándole el pensamiento. Todo estaba a oscuras. Le extrañó, pues Sirah siempre leía hasta tarde. La llamó, pero no hubo respuesta. Se acercó hasta su dormitorio. Nada. En el comedor, encontró una nota sobre la mesa:
«Eric:
Necesito espacio entre nosotros. He de descubrir si realmente quiero seguir a tu lado. Ahora mismo tengo muchas dudas y creo que tú también las tienes.
Te llamaré cuando esté preparada para hacerlo.
Sirah»
No salía de su asombro. Ni por un momento habría pensado que Sirah tenía dudas de su relación. Cogió el móvil. Empezó a marcar el número de su mujer pero se detuvo. No había visto que tenía un mensaje de voz. Pulsó el código del contestador y escuchó:
«Hola Eric, soy Rita. Esta tarde he estado tomando un café con Sirah. Creo que deberíais hablar. Me ha comentado que no se siente segura y que cree que vuestra relación pasa por un bache, porque ella ha conocido a alguien. Está confusa porque cree haberse enamorado de otra mujer y eso es nuevo para ella. Me ha dicho que hablaría contigo, pero que necesita tiempo para asumir y entender. Le he ofrecido mi casa, pero por favor no le digas que te lo he dicho. Cuando oigas este mensaje, llámame. Hasta luego»
Completamente desconcertado, se dejó caer sobre el sofá. No entendía nada de aquello. ¿Sirah tomando café con Rita? ¿Desde cuando eran tan amigas? Es más, ¿desde cuando Sirah se mostraba amable con Rita? ¿Sospechaba de él y de su deseo oculto por la chica de labios color bermellón?
Volvió a coger el teléfono y marcó el número de su mujer.
– Eric- contestó ella- Te he dicho que te llamaría yo.
– ¿Qué pasa, Sirah? ¿Por qué te has ido así? ¿No podíamos hablarlo? – dijo él en tono lastimero
– Mira, estoy muy confusa. No me entiendo ni yo misma. Creo que he empezado a sentir algo por una mujer, algo que es más que una pura atracción física. No lo entiendo, por eso necesito un espacio y pensar en todo ello.
– No puedo juzgar tus sentimientos Sirah. El hecho de que sea una mujer, no cambia que tengas dudas. Es igual de doloroso que si me hubieras dicho que era un hombre.
– Eric, sé que tú también tienes dudas de nuestra relación. Démonos un tiempo.
– ¿La conozco? – formuló la pregunta instintivamente, sin ni siquiera pensar que podría haber una respuesta positiva.
– Sí, la conoces. Es Rita
– ¿Cómo? ¿Has dicho Rita?
– Sí, he dicho Rita.
Eric cortó la comunicación. Perplejo ante tal revelación, esbozó una media sonrisa y murmuró:
Sabía que Rita iba a ser un problema en mi vida, pero no imaginaba esto.

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