CONFESIONES A UN DIARIO

 

¿¿ Qué te ha pasado ??.
La temida pregunta sonó en su cerebro como un mazazo.
Nada, una tontería. Ésta fue su respuesta. Pero el moratón era tan evidente que su amiga Carmen la miró de una forma penetrante.
Llevamos varias tonterías seguidas. Por favor Lidia, dime, ¿qué pasa?

Rompió a llorar desconsoladamente. No podía hablar. Temblaba como una hoja sacudida por el viento
No me preguntes Carmen. No lo hagas. Ya te contaré. Mañana hablamos

Estas palabras volvían una y otra vez a la memoria de Carmen.
Si hubiese insistido. No la tendría que haber dejado marchar ese día. Maldito cabrón, así se pudra en la cárcel.

Lidia era una mujer guapa. De esas que al pasar llaman la atención y tenía un montón de pretendientes. Entre ellos Manuel. Un buen chico. De familia trabajadora. Muy formal y cariñoso. El otro era Cristóbal. De familia acomodada. Un truhan encantador. De esos de libro. Desde el primer momento la embaucó y encantó con sus lisonjas. A ella le gustaba más Manuel, pero en su casa le insistían en el tema del día de mañana. La estabilidad económica, etc etc

Que poco sabían de lo que se le venía encima.

DIARIO DE UN DOLOR

Hoy Cristóbal me ha pegado una bofetada. Me he quedado petrificada. No he podido ni llorar. Al cabo de un rato me ha pedido perdón llorando y me ha traído un ramo de flores. Creo que ha sido porque estaba nervioso y yo le he contestado un poco mal. Seguro que no se volverá a repetir.

Esta tarde ha vuelto a ocurrir. Estaba como loco y me ha tirado al suelo. Me ha insultado y al mismo tiempo me ha pateado. Al levantarme del suelo estaba sangrando y hemos tenido que ir a urgencias. La doctora no acababa de creerse lo de la caída por la escalera y ha intentado hablar conmigo a solas. No lo ha conseguido y yo no he tenido valor de decir la verdad. He perdido a nuestro hijo.

Le odio. Cuando oigo la llave en la cerradura me entran ganas de salir corriendo. Hoy me ha dicho que soy tan desgraciada que no puedo ni engendrar hijos y tendrá que buscarse a alguien que le haga padre. No me reconozco. Le deseo la muerte.
Si tuviese valor.

Así hasta tres años de diario.

 

Última anotación.

Mañana voy a ver a mi amiga Carmen. Tendré que disimular el morado del ojo y me pondré manga larga. No quiero que ella me pregunte. Ya no puedo fingir más.
Mi madre sigue diciendo que aguante, que cambiará, que es buen chico con mal genio, pero yo ya no puedo más. No sé a quien recurrir. Ni cómo empezar. Siento vergüenza de decir que soy una mujer maltratada. Por fin lo he dicho en voz alta.
Puede que realmente todo sea culpa mía y no haya sabido hacerle feliz
Esta noche le plantearé lo del divorcio y si se pone agresivo y me pega le diré que le voy a denunciar. Me iré de esa casa aunque tenga que dormir en la calle y mendigar. Voy a empezar una nueva vida.
Mañana, cuando sea libre, le contaré a Carmen mi calvario. Ahora no, no quiero preocuparla.

NOTICIA
Una joven aparece muerta con visibles signos de violencia. Se ha detenido a su marido como sospechoso de dicha muerte. Se cree ha sido un crimen por violencia de género. Una amiga suya denunció que no la localizaba en los teléfonos de contacto y al personarse en su domicilio no se creyó la historia sobre una caída que le contó su pareja.

Carmen llora desconsoladamente mientras se repite si yo lo hubiese sabido

Desgraciadamente, muchas mujeres sufren malos tratos en silencio y en otras ocasiones a pesar de los evidentes signos, los cercanos miran hacia otro lado.

Ni una Lidia más

COMO LA VIDA MISMA

¿Quién dijo que trabajar en domicilios particulares no tiene un punto de aventura? No es exactamente como en “Super Mario Bros” pero tiene su aquel.

El otro día, en el almuerzo, con colegas de diferentes “disciplinas” surgió el tema de cuantas anécdotas nos habían ocurrido en los trabajos a domicilio. Manolo empezó con las bravuconadas de siempre. De que si «a mí me han abierto la puerta en camisón y me han tirado los tejos», con que si «me llaman sólo para ver si hay temita». Ya sabéis, un mentiroso de tomo y lomo.

Inconscientemente me sonreí y pensé en el mal gusto que debía tener la clienta. El aspecto de Manolo era el que era. De esos que se les ve la hucha cuando se agachan y lleno de lamparones.

Ramón comentó, con su acento andaluz, la última anécdota que le había acontecido.

Llega a casa de unos señores para hacer una chapucilla. Cuando ya tienen claro el trabajo a acometer, saca su pañuelo y se lo pone a modo de gorro atado por las cuatro puntas. Carcajada general.

– ¡Ramón, por Dios, que los que venden gorras tienen que vivir hombre! Esto se lo dicen casi todos al unísono.

El trabajo consistía en hacer una instalación eléctrica bastante simple. Se pone manos a la obra y cuando termina llama a los señores de la casa

Mire “usté” esto “yastá” listo.” Vamo a probá”.

Todo ilusionado le da al conmutador del comedor. Ah ¡¡sorpresa!! En vez de encenderse la lámpara suena el timbre.

Aún resuenan las risas.

Que “e verdá pisha”, repetía. Los demás se partían la caja.

Bueno chaval, y tú que dices??. No tienes ninguna anécdota que contar??

– Anda, calla, calla- les digo. Anécdota no. Un trabajo de investigación. Voy a instalar una puerta de aluminio para un lavadero y ya observo al entrar que la familia era un poco rarita. Una señora muy mayor y su hijo . Imaginad. Mes de Julio y el chico iba con zapatillas de cuadros de esas de invierno y una bata de lana del Pirineo. Tuve un subidón de calor y me entraron picores por todo el cuerpo nada más de verlo.

Cuando entro en el lavadero no sabía por donde empezar. Por retirar la ropa del suelo, apartar trastos o simplemente largarme con la música a otra parte.

La señora no hacía más que rondar por donde yo estaba. Pensé que era por desconfianza. Que va. ¡¡Ojalá hubiese sido por eso!!Se acerca a mí y casi susurrante me dice:

-Joven, me puedes hacer un favor ??

-Si está en mis manos- le contesto.

-Verás, he perdido la dentadura postiza y me gustaría que me ayudases a buscarla.

-Hombre señora¡! No lo puede hacer su hijo??. . Me contesta que no. Y ahí me tienes, en busca de la dentadura perdida. Gracias a Dios no apareció a pesar de volver del revés el lavadero y la cocina. Me entraban escalofríos sólo de pensar que tendría que coger el objeto. Dime tiquis miquis pero me da repelo. En resumen y por lo visto, tal como me enteré más tarde, la señora había metido la dentadura mezclada con la ropa dentro de la lavadora. Desde luego limpia y centrifugada le saldría

Cómo todos empezaron a sonreír incrédulos les dije muy seriamente:

-Podéis creer lo que queráis, pero esto es verdad verdadera.

Las risitas persistían. En tono muy solemne les dije:

-Cómo parece ser que no os creéis lo que cuento, no os voy a explicar lo que me ocurrió en casa de una locatis donde las figuras del mueble eran gatos, pero gatos de los de verdad.

-Hombre, no seas así. Ahora no nos dejes con la incógnita.

-Ah no, ahora os quedáis con las ganas. Todavía me recorre un escalofrío por la espalda cuando lo pienso. Y ese olor……. indescriptible.

Pagué mi consumición y me fui dejándoles con las ganas y un palmo de narices. Así aprenderán a no reírse de las vivencias ajenas.

 

 

 

María Blanco

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

A tí mujer

 

Ya estaba más que harta de que le dijesen aquello de que era muy dura. Las circunstancias le habían obligado a serlo.

Sin marido. A pesar de los años de matrimonio se había preguntado muchas veces cuándo lo había tenido. Tal vez nunca. Pero ella había sido el timón de la casa. Nada se le ponía por delante. Tenía, como se suele decir vulgarmente, un par.

Un día todo cambió. Por fin reflexionó sobre su situación y dijo ¡¡hasta aquí!!

Fue una liberación. Había dado el paso al frente y con la cabeza muy alta empezó su nueva vida.

Vida que estuvo plagada de dificultades. Sobre todo, económicas.

Puto dinero, se decía todos los meses. No daba abasto. Intentaba escurrir sus ingresos como si de ropa mojada se tratase. Así mes tras mes, año tras año.  Eso sí, siempre con la mirada al frente y luchando como una leona.

Mientras, el otro, desaparecido a todos los efectos y eludiendo sus obligaciones .

Un día, inesperadamente, el amor llamó a su puerta. Ella que se negaba a volver a enamorarse. Ahí estaba, rendida en los brazos de ese hombre maravilloso que el destino había querido poner en su camino.

Él conocía las circunstancias y problemáticas que ella vivía. Nada le importó. Se entregó como si del primer amor se tratase. Los nervios de las primeras citas. Esa primera vez. Sí, sí, “su” primera vez. Que emoción y que nervios.

Me verá guapa desnuda ?? Se preguntaba ella mientras desabrochaba el último corchete del sujetador.

Estaré a la altura ?? Se decía él para sus adentros.

Los temores de dos adolescentes trasladados a el cuerpo de dos adultos.

No hubo fuegos artificiales, ni tampoco se desmayó tras aquel acto de pasión. Se miraron a los ojos sonriendo. Volvieron a besarse y conversaron.

Fue muy fácil. Sin saber bien cómo, ese hombre fue calando en su vida hasta hacerse una parte muy importante. Ya no estaba sola ante el mundo.

Se sentía guapa y además lo estaba. Le brillaban los ojos y no se le desdibujaba la sonrisa de la boca. Parecía mentira. Ella que era dura y fuerte, ahora se derretía simplemente con una mirada.

Por fin tenía, no un marido, sino un hombre a su lado.

 

María

EL FAVOR

Ángela, ¿me oyes ?

Su voz era melódica, pero sin llegar a ser empalagosa.

Cuando pronunciaba su nombre, a pesar de tanto tiempo juntos, aún conseguía que le embargase la ternura.

Por acto reflejo le dijo: Amor, te quiero tanto…

Por respuesta recibió un “hoy nos hemos levantado cursis”

Al ser inesperada la frase le cayó como un jarro de agua fría. Algo había cambiado.

¿Qué ocurre? preguntó dubitativa

Un “nada” acabó con la conversación en seco

Seguro que algo pasaba. Lo intuía. Los años de convivencia le hacían ver más allá de las palabras. Aún así no conseguía atisbar cual era el problema.

El resto de la jornada transcurrió extrañamente fría. Sentados en el mismo salón, a tan sólo unos centímetros de distancia y entre ellos había todo un mundo.

El despertar de la mañana siguiente fue esperanzador. Un beso, una caricia, una broma, un guiño. Esto tranquilizó a Ángela.

Pasaban los días en tensa calma al ir observando a ratos una mirada perdida. Gestos extraños con la cara. Sonidos guturales. Despiste total.

Así transcurrió aquel mes. Entre alegrías y desasosiegos. Entre “nadas” y miradas perdidas. Entre besos y caricias y la más absoluta frialdad.

Preocupada y temerosa por el resultado, decidió tomar cartas en el asunto. Llamó a su médico de toda la vida. Concertaron una visita. Se lo llevaría con un pretexto. Tal vez el de que ella no se encontraba bien.

El día de la visita fue un caos total.

Carlos, por el amor de Dios, ¿dónde puñetas estás?

Se lo encontró sentado frente a la ventana de la habitación que utilizada de estudio. Su refugio decía él. La mirada perdida. Las manos temblorosas

Irritada le dijo  “¿Qué haces ahí plantado?” “Vamos, corre o llegaremos tarde”

Se quedó helada al oír la respuesta.

Pensaba en cuanto tardaría en llegar al suelo desde aquí arriba.

Ahogó un grito en su garganta. En lugar de eso le preguntó

¿Por qué dices esas tonterías?

Porque quiero librarte de lo que se avecina.

A escondidas ya visité al doctor. A Ramón no, por supuesto, te lo hubiese dicho. Fui a una clínica especializada. Me han hecho todas las pruebas posibles. Ya conozco el resultado. Ya ………..

No pudo continuar, el llanto y los hipos se lo impedían.

Ángela, te pido un favor.

¿Cual mi amor?

Ayúdame a morir

Nooo, no y no y mil veces no. ¿Cómo me puedes pedir eso?. Tú eres todo para mí.

Sí, yo, el de ahora, pero no el de mañana.

Sin que ella pudiese responder él continuó.

Hagamos el amor hasta agotarnos. Bésame como nunca y acaríciame. Necesito tu contacto y recuerda todo lo que te he querido.

Así lo hicieron. Sexo casi salvaje del que ya no se acordaba. Pasión a raudales. La habitación quedó impregnada de su olor. De el de los dos. Se quedaron dormidos. Despertaron al anochecer y todo parecía normal.

Así transcurrió algún tiempo. Días mejores y peores. Días horribles. En uno de esos, él le pregunto con cara de miedo

¿Quién eres?

Todo vino deprisa, deprisa, como en un vendaval. El día había llegado.

Le beso y le dijo “Adiós mi amor. No te olvidaré”

Con esta última frase acabaron los sufrimientos. Las incertidumbres. El inmenso dolor.

Cuando la policía le preguntó: Señora ¿Por qué lo ha hecho?, ella sólo dijo: Por amor. Por un infinito amor.

María

Rita

Aún resonaban en su cabeza las palabras de Helena, en relación al amor, a las relaciones de pareja.
– Cuando uno decide que ama a otro tanto que renuncia a todos los demás – había dicho, con su voz dulce y calmada – no se queda ciego, ni se vuelve invisible, sigue viendo y le siguen viendo. No tiene ningún mérito ser fiel cuando lo que vemos no nos tienta o cuando nadie nos mira.La verdadera prueba viene cuando aparece alguien de quien nos enamoraríamos de no tener pareja, alguien que sí da la talla, que nos gusta y nos atrae. Alguien que sería la persona perfecta de no ser porque ya hemos elegido a otra persona perfecta. En cambio, si la tentación es mayor que la perfección de la persona elegida, lo más seguro es que no sea tal perfección.
Tenía razón. Cuando conoció a Sirah supo que aquella mujer le cautivaría, se metería dentro de su cabeza y de su corazón, llenando hasta el más recóndito de los rincones de su alma y de su ser. Y así fue. Cinco años después y muchos envites de la vida pasados, se daba cuenta de que la entrada en su vida de Rita traería consecuencias. Amaba a Sirah, ¿la amaba? Entonces, ¿por qué Rita le robaba el pensamiento? Imaginaba sus labios, siempre pintados de aquel bermellón intenso, su pelo negro azabache, sus manos de largos dedos, decorados con anillos de mil colores.
Cómo si le hubiera estado leyendo el pensamiento, Helena le dijo:
– Piensa si sucumbirías a la tentación. Si la respuesta es sí, has de comprender que no estás con la persona definitiva. En cambio, si es no, puedes pensar que es una fiebre pasajera, pero que no acabará por enfermarte.
A veces, mi querido amigo, corazón y cerebro no van a la par.
Llegó a casa con el murmullo de su conversación con Helena aún rodándole el pensamiento. Todo estaba a oscuras. Le extrañó, pues Sirah siempre leía hasta tarde. La llamó, pero no hubo respuesta. Se acercó hasta su dormitorio. Nada. En el comedor, encontró una nota sobre la mesa:
«Eric:
Necesito espacio entre nosotros. He de descubrir si realmente quiero seguir a tu lado. Ahora mismo tengo muchas dudas y creo que tú también las tienes.
Te llamaré cuando esté preparada para hacerlo.
Sirah»
No salía de su asombro. Ni por un momento habría pensado que Sirah tenía dudas de su relación. Cogió el móvil. Empezó a marcar el número de su mujer pero se detuvo. No había visto que tenía un mensaje de voz. Pulsó el código del contestador y escuchó:
«Hola Eric, soy Rita. Esta tarde he estado tomando un café con Sirah. Creo que deberíais hablar. Me ha comentado que no se siente segura y que cree que vuestra relación pasa por un bache, porque ella ha conocido a alguien. Está confusa porque cree haberse enamorado de otra mujer y eso es nuevo para ella. Me ha dicho que hablaría contigo, pero que necesita tiempo para asumir y entender. Le he ofrecido mi casa, pero por favor no le digas que te lo he dicho. Cuando oigas este mensaje, llámame. Hasta luego»
Completamente desconcertado, se dejó caer sobre el sofá. No entendía nada de aquello. ¿Sirah tomando café con Rita? ¿Desde cuando eran tan amigas? Es más, ¿desde cuando Sirah se mostraba amable con Rita? ¿Sospechaba de él y de su deseo oculto por la chica de labios color bermellón?
Volvió a coger el teléfono y marcó el número de su mujer.
– Eric- contestó ella- Te he dicho que te llamaría yo.
– ¿Qué pasa, Sirah? ¿Por qué te has ido así? ¿No podíamos hablarlo? – dijo él en tono lastimero
– Mira, estoy muy confusa. No me entiendo ni yo misma. Creo que he empezado a sentir algo por una mujer, algo que es más que una pura atracción física. No lo entiendo, por eso necesito un espacio y pensar en todo ello.
– No puedo juzgar tus sentimientos Sirah. El hecho de que sea una mujer, no cambia que tengas dudas. Es igual de doloroso que si me hubieras dicho que era un hombre.
– Eric, sé que tú también tienes dudas de nuestra relación. Démonos un tiempo.
– ¿La conozco? – formuló la pregunta instintivamente, sin ni siquiera pensar que podría haber una respuesta positiva.
– Sí, la conoces. Es Rita
– ¿Cómo? ¿Has dicho Rita?
– Sí, he dicho Rita.
Eric cortó la comunicación. Perplejo ante tal revelación, esbozó una media sonrisa y murmuró:
Sabía que Rita iba a ser un problema en mi vida, pero no imaginaba esto.

MADRE

Cuando veo su cuerpo tan débil y frágil, no puedo reprimir que las lágrimas inunden mis ojos. Y las debo ocultar. Al oír su voz al otro lado del teléfono, como anhelante y triste a la vez, una congoja recorre mi garganta.

Ella fue tan fuerte… Fuerte en todos los aspectos. El físico y el mental. Ahora no es ni la sombra de lo que antaño  fue. No es sólo el paso inexorable del tiempo; se ha apoderado de ella la enfermedad, el dolor, el desgaste. Cuando estoy a su lado, debo aparentar calma. No puedo dejar entrever mis miedos. Ahora me toca a mí ser fuerte. A todos nosotros, sus hijos.

A veces me enfado porque, a lo peor, me necesita en un momento que a mi no me conviene. Luego, me siento mal. Me reprocho a mí misma. Tal vez nos damos cuenta tarde de lo que le debemos a nuestros padres.Pensamos que siempre estarán ahí, pero no. Un día ves que ya no los tienes.

Cuando me dice «hija» entiendo el verdadero sentido de la palabra. Así mismo, interiorizo la palabra «madre». La utilizamos sin analizar su significado. Madre es un todo.

Espero que tenga la seguridad de lo que significa para nosotros. La queremos. Tal vez nos cueste decirlo porque parece cursi. Es curioso, a nuestros padres no solemos decirles lo mucho que los queremos.

Es el espejo en el que siempre me he mirado y nunca seré tan buena como lo es ella. Gracias por hacerme la persona que soy. Espero disfrutarte por más tiempo y poder demostrarte lo mucho que te quiero y te admiro.

Tu hija.

 

 

María Blanco escudero

VICTORIA

Después de mucho tiempo, hoy, por primera vez, se mira de frente en el espejo.Es algo que ha evitado durante casi un año.

Un año ya. Le parece mentira

Una mañana, en la ducha, descubre en uno de sus pechos un extraño bulto.Lo palpa varias veces.

¿Cómo es posible? Hace apenas un mes que le han hecho una mamografía y no había nada extraño.

La visita al ginecólogo es rápida. Aún lo es más la visita al oncólogo. Todo se precipita. Se le antoja un tobogán gigantesco. Hasta sus sensaciones, incredulidad, rabia, tristeza …

Este torbellino de emociones la tiene desorientada.¿Qué le va a contar a la familia, a los amigos, a la gente en general? ¿Cómo se lo cuenta?

Llanto y más llanto. Resignación. Más llanto. Hasta el nombre le da miedo. Lo ha llamado de mil formas. Se queda con una, “cangrejo”

Ese día, el que iba a entrar al quirófano, se miró en el espejo y se dijo, «se acabó el llanto. Hoy empieza un nuevo día. Este cabrón no va a poder conmigo».

Quimio, radio, recaídas, visitas a urgencias, caída del cabello, peluca. Da igual, se repetía. Este bicho no podrá conmigo. Ni física, ni psíquicamente.

Fuera peluca. El pelo despunta nuevamente. Le han dicho que nacerá con más fuerza. El color de la piel es más normal. Casi ha perdido ese amarillo-verdoso que tanto le molestaba. La quemadura producida por la radio casi ni molesta.

Hoy es un gran día.

¡¡Ha renacido !!. La analítica está muy bien. Las fuerzas vuelven a acompañarla. No más fármacos. Bendita rutina la que se dibuja en el horizonte.

Se mira en el espejo y ve a una mujer luchadora que ha salido victoriosa de una gran batalla. Ante ella, toda la vida que le queda por vivir.

Entre dientes, le susurra al enemigo que se bate en retirada:

“Te lo dije cabrón, he ganado, no has podido conmigo”

 

A todas las mujeres, heroínas anónimas, que han luchado y ganado la batalla al cáncer.

María Blanco Escudero

Un inicio ajetreado

¡Marina, levántate ya!

¿Quién demonios habrá inventado un despertador que grita tu nombre y te ordena, literalmente, levantarte? – piensa ella con la cabeza debajo de la almohada.

Con el pelo enmarañado, legañas en los ojos y unas ojeras que hacen historia, Marina se levanta de la cama a regañadientes y se encamina hacia el baño. Su imagen en el espejo le hace dar un respingo.

¡Por Dios, vaya pinta que tengo! No vuelvo a salir un domingo por la noche. – se dice a sí misma, aunque sabe que es en vano.

Se mete en la ducha. Espera que el agua la recupere para el mundo real y un café bien cargado le de el tono adecuado para salir de casa a trabajar. El día será intenso.

Después de vestirse, tomarse una segunda taza de café y acabar de recoger sus cosas, Marina sale a la calle dispuesta a comerse el mundo. Pero todo se trunca cuando llega al lugar donde tenía aparcada su scooter y la moto no está.

¡No está. Su moto no está! Es el pensamiento que surge en forma de aullido de su boca. ¡Me cago en la puta madre que parió al que me ha robado la moto! – vocifera casi en estado de histeria. ¿Y como llego yo a trabajar? No, es que no llego …

Abre el bolso, rebusca en él, una, dos, tres veces … ¿y mi móvil? No me digas que me he dejado el móvil en casa. Sí, me lo he dejado.

A paso rápido, encara la avenida con la esperanza de poder coger un taxi que la lleve a trabajar a tiempo. Ni se plantea el autobús o el metro con el agobio que tiene. ¿Llevo dinero? – se frena en seco, abre el bolso, coge el monedero y comprueba el efectivo del que dispone – ¡Uf! Menos mal.

Por fin encuentra un taxi. Le indica la dirección al conductor y se relaja en el asiento de atrás del coche. ¡ Menuda forma de empezar el día! – piensa. Llega a su destino, le paga al taxista.

  • Marina, buenos días. ¿Preparada para tu primer día con el grupo de P3?
  • No sé si estoy preparada o no, pero vamos a ello

Vuelta al cole.

Dedicado a todos los maestros y todas las maestras que inician el curso, por su labor tan importante e imprescindible y, frecuentemente, incomprendida.

 

 

LA BODA

A pesar de que se repetía continuamente que aquella era una guerra perdida
de antemano, su tozudez le obligaba a seguir luchando.
Volvió a subirse cansinamente a la báscula. Nada, lo mismo que la última vez.
Estaba aburrida de que el dichoso dígito ni pestañease.

Todo empezó el día que le enviaron una invitación de boda. Tere y Luis se
Casan el próximo 4 de Mayo. Por si eso era poco, su amiga Tere quería que
fuese su dama de honor. La madre que …….., en fin, volvamos a lo que importa.
Después de hacer un cálculo rápido comprobó, consternada, que tenía tan sólo 5 meses para conseguir llegar a un simulacro de la esbeltez de su amiga.
Por cierto, que como se dice vulgarmente, se come a Dios por los pies y
no engorda. En cambio ella, engorda viendo comer a los demás.

Siempre había sido de curvas generosas. La madre naturaleza la quería redondita y tras la maternidad ni te cuento. Mil y una dietas, gimnasios, potingues milagrosos y todo ello con resultado “cero patatero” . Adelgazas 1 k. y engordas 3. Se quiere así misma, pero a veces la gente le hace dudar.
Su marido le repite mil y una veces que a él le encanta como es. Ella piensa
que lo hace para darle ánimos y que no se sienta mal ante tanta delgadez.

Ha ido a la tienda donde se supone se comprarán el vestido la novia y ella. Tere como siempre llega tarde. Ni le recriminará, ¿para qué?, es un caso perdido.
No sabe como Luis le aguanta esas esperas interminables. Será el amor.

Llega la novia haciendo ver que corre. Dos besos de esos de refilón y al lío.
Mira, yo he pensado que podrías ir vestida en tonos malva. Debe de poner cara de interrogación porque Tere le dice – es por los colores de las flores de mi ramo – . Vale, a ella le da igual. Que sea malva.

Abre los ojos como platos. – ¿Pretendes que me meta en ese vestido?-
– ni de coña vamos – . Es al menos dos tallas más pequeño de lo que necesita.
– Tú estás chalada – . Discuten media hora y al final ¡¡adjudicado!! el estrecho vestido malva. Ya la han vuelto a enredar.

Casi está llegando la fecha señalada y ella a duras penas puede cerrar la cremallera del “vestidito”. Si no respira muy profundo no habrá problema.

Una persona adulta e inteligente como ella, debería haber mandado a su amiga a la porra. En vez de eso, hizo lo imposible para enlatarse en ese vestido y asistir al enlace. Nada más acabar, fue al baño a cambiarse y respiró libre al fin de aquella presión.

Por los anuncios, las revistas, los escaparates y las amigas, en ocasiones, nos empecinamos en transformarnos en algo diferente a lo que somos. Mujeres con curvas y redondeces . Lo más importante es que nuestro cerebro sea nuestra mejor carta de presentación.

SUEÑO

El pequeño Tristán dormía en su cunita. En cambio, la pizpireta Carol correteaba incesantemente por el salón. En la calle, había dejado de llover.
– Carol por favor, vas a despertar a tu hermano – le dijo dulcemente Silvia a su hija.
La niña se detuvo un instante. Sus rizos negros le caían sobre la frente y los hombros, enmarcando aquella carita de piel rosada y ojos verdes. Miró a mamá y le dedicó la más grande de sus sonrisas. Silvia, llena de ternura, se levantó y cogió a la pequeña en brazos. Hundió el rostro entre el pelo de su hija y le susurró: “te quiero tanto… tú eres mi estrella”. Dos lágrimas recorrían sus mejillas.
Carol, volvió a sus juegos. Silvia le echó un vistazo a Tristán y, tras comprobar que seguía dormidito, se fue hacia la cocina. Sacó del bolsillo un teléfono móvil, recién adquirido. Rebuscó en sus pantalones un trozo de papel, en el que había apuntado un teléfono, bajo la palabra sueño. Marcó lentamente los dígitos y esperó.
– ¿Sí? – preguntó una voz femenina al otro lado de la línea.
– Hoy he tenido un sueño – contestó Silvia.
– ¿Y de qué trataba ese sueño? – sonó la voz de aquella mujer desconocida.
– Trataba de … – Silvia titubeó. No le salían las palabras. Estaba nerviosa. Separó el teléfono de su oreja y lo miró. No sabía qué hacer.
– ¿Hola?, ¿sigues ahí? Me gustan los sueños y me encantaría conocer el tuyo – se apresuró a decir la voz.
– Mi sueño trataba de la libertad – dijo al fin Silvia.
– La libertad es posible. Ocho de la tarde, frente al café Clarín.- Y se hizo el silencio.
Silvia, algo confundida, colgó el teléfono. Debía pensar con rapidez. Tomás no tardaría mucho en llegar. Debía encontrar un escondite para aquel móvil, tener lista la comida y, sobretodo, buscar una escusa convincente y creíble para poder ir al café Clarín. Eran casi las tres de la tarde.
Se puso a trastear en la cocina. Había preparado un guiso de solomillo con patatas y champiñones. A su marido le encantaba aquel plato. Si le apetecía, abrirían una botella de vino tinto y, con un poco de suerte, todo iría bien.
Estaba absorta en sus pensamientos cuando oyó abrirse la puerta de casa. Se quitó el delantal, se colocó la ropa y se atusó el pelo. Podía oír a Carol correr hacia los brazos de su padre.
– ¡¡¡¡Papá!!!! – gritó la niña.
– ¡Hola pequeñaja! – le dijo su padre, al tiempo que la recibía entre sus brazos – ¿Cómo está mi niña hoy?
Silvia entró en el salón y se acercó a Tomás lentamente, observándolo y midiendo cada una de sus reacciones.
– ¿Cómo ha ido el día, cariño? – le preguntó
– Con mucho trabajo, Silvia. ¿Está hecha la comida? – contestó
– Sí, por supuesto. Si te parece, ponte cómodo mientras yo acabo de prepararlo todo – iba diciendo ella, mientras se encaminaba a la cocina.
– Vale. Oye, esta noche he quedado para salir con José Luís y Marcelino. Iremos a cenar y a tomar unas copas. Así que esta tarde, echaré una siesta. – sentenció Tomás
– Esta bien – dijo Silvia. Su voz era casi un susurro – Si no te importa, y para que los niños no te molesten, saldré con ellos al parque e iré a casa de Rosa Mari a tomar un café.
– Pero no quiero que vuelvas tarde – y el tono de su voz dejó entrever una amenaza velada.
Silvia no dijo nada. Se dirigió a la cocina, preparó la mesa y mantuvo a fuego muy lento el guiso para que estuviera en su punto justo de temperatura. Tomás entró en la cocina ataviado con un pantalón corto deportivo y una camiseta vieja.
– ¿Te apetece vino? – le preguntó ella.
– No, prefiero una cerveza – contestó – ¿Qué hay de comida?
– Solomillo guisado con patatas y champiñones – respondió la mujer. Sirvió los platos y se sentó a la mesa.
Cuando hubieron acabado, Silvia recogió la mesa, metió los platos en el lavavajillas y fregó la cocina. Para entonces, Tristán ya se había despertado y Carol reclamaba su merienda. Algo azorada por el bullicio de los niños, se los llevó a su habitación y allí empezó a prepararlos para ir a jugar al parque un rato. Debía llamar a su amiga Rosa Mari.
Mientras, Tomás se había estirado en el sofá y dormitaba mientras veía un documental en la televisión.
Cuando Silvia se convenció de que ya estaba dormido, cogió a los niños y se dispuso a salir, no sin antes dejarle una nota a su marido.
“Tomás, como dormías no he querido molestarte. Me voy al parque con los niños y luego a tomar un café con Rosa Mari. No llegaré tarde a casa. Que te diviertas con tus amigos. Un beso”
Cerró tras de sí la puerta.